"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andabamos para encontrarnos"
Julio Cortázar

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sábado, 27 de diciembre de 2008

El polvo cae de este lado

Sus manos realizan movimientos extraños, se sacuden de la misma forma que las manos de un director de orquesta,
conquistando un cuerpo extraño, que parece rendido a sus pies. Quinto piso, habitación 301, sólo eso recuerda. Mira el reloj.
Son las dos de la mañana. Le asombra que aún permanezcan allí, ni siquiera recuerda
como llegó a ese oscuro cuarto. De todas formas, no le importa,
un poco de música, un poco de vino, ¿es vino?, si. Todo se arregla, incluso su vida, tan convulsa, tan parecida a un
sueño, en donde todo es posible;
las horas se convierten en minutos y por una vez
olvida quien es, se entrega al presente, ya no mas pasado acosándolo, todo se puede ir
al diablo. Cambia de música, toma unas pastillas y más vino, al
despertar no recordará nada, volverá a creer que estuvo en un sueño, que está en un sueño, pero
cuando menos lo piensa
los ojos de aquella extraña se abren, su boca grita frases incomprensibles. Las manos del hombre habían tomado su cuello, y ella no podía respirar. Pero él sólo escucha
aplausos, no está ahí, su mirada es extraña, está demasiado lejos y allí
lo aplauden, estaba tocando el saxo como ningún otro, el cuello de la mujer se había transformado en el sensual cuello del saxo, al que apretaba con todas sus fuerzas; hasta que ella saltó de la cama y lo
trajo
de
vuelta. Ahora su cara tiene una pena que no puede ocultar, esa perra tendida en la cama lo expulsó del paraíso,
a
él, al que creía ser Adán, al que vivía sin tiempo, sin fronteras, a él
que
anda siempre
tan
lejos. Aún sigue en el suelo, ha entendido todo. La comprensión de una angustia jamás planteada puede tomar apenas un segundo. Sobreponerse a la verdad, a reconocer una
vida perdida puede tomar más tiempo. Ahora
su ego está destrozado, su ego, la mujer, el saxo, el sexo, ese
cuarto, todo destrozado, nada tiene sentido. Sus pensamientos corren vertiginosamente, ¿porqué? ¿Con qué sentido?. El planteamiento
de las cosas por las que vale la pena vivir, marcan la desesperanza, el frustramiento, la insatisfacción de cualquiera. A esa
hora del día, todo se vuelve gris,
de un color opaco. El sigue en el suelo, la mujer, aún está en la cama. ¿Porqué? ¿Con qué sentido?, le dijo. Ella en un
minuto le dijo las mentiras por las que vivía, no cinco, no cien, sino miles, tantas razones hay,
y él no puede verlas. Sólo ve las miles de verdades por las que no vale la pena respirar. ¿Cuanto le costaría abrir esa ventana?. No mucho, la abre y salta, cae sobre la calle, justo en el medio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

uff, me encantó !