"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andabamos para encontrarnos"
Julio Cortázar

Encuentrése, saque se de ese acartonamiento. Busque
gente
palabras
noches de placer

busque el rock n roll

domingo, 10 de julio de 2011


Ser o no ser: uno intenta no etiquetar y sin embargo lo hace. Y se da cuenta que lo hace, por ejemplo, cuando un tachero nos habla de Marx, Mao o Miles Davis y nos resulta sorprendente.

Hacía mucho que las noches porteñas no registraban los fríos de las actuales. Las sensaciones térmicas de hasta 2 grados bajo cero vuelven recurrente la anécdota de aquel nevado 9 de Julio, y las ganas de volver pronto a casa. Así fue como hace una semana, un domingo, me encontraba volviendo con mucho frío y con la duda de si esperar o no el bendito 151, cuando esa duda se acabó: el colectivo pasó riendo frente a mi cara.

-Iara, al taxi - le dije a mi amiga. Y así lo hicimos.

El viaje fue singular. En principio, mi amiga discutió con el taxista por el nuevo sentido de las calles de su barrio, ahora cambiadas por la construcción del viaducto de Monroe. Pero lo más llamativo no fue eso, sino el tema del empedrado.

Sí. Empedrado.

Uno construye etiquetas llenas de prejuicios todo el tiempo, es inevitable. A los taxistas les coloca varias y es por ello que uno sabe que una de las características de ellos es hablar y hablar.
Iara bajó del taxi y el conductor, confirmando mi intuición, comenzó a dialogarme.

Que las calles empedradas rompían los autos, que los vecinos de Avenida de los Incas no querían asfaltar su calle por conservar lo colonial, que estaba bien hacerlo en una callecita, no en una avenida transitada, que ellos pensaban que eso era clase pero que no. De pronto, como conclusión de su monólogo dijo:

- Solo sos pintor si vivis en París.

Lo afirmó pero en esa afirmación había en realidad una ironía. Esa frase sola condensaba, parodiándola, esa falsa creencia que el tachero decía que tenían los vecinos de la Avenida de los Incas sobre lo que es La clase. Y también mucho más.

Condensación de imágenes, movilización de ideas.

A algunos nos cuesta horrores lograrlo y sin embargo mi tachero lo tenía a flor de piel.

Habrá que contagiarse.





sábado, 9 de julio de 2011

"Me voló la peluca"

Buena frase. Tan lunfarda que se siente intraducible a otro idioma, o al menos si se hace, carece de sentido.

Es ese cimbronazo, esa cachetada que te deja temblado, con la estantería toda movida. Es ese soplo en definitiva, ese juego clownesco en el que con una caña alguien le roba el peluquín al desprevenido personaje. Se le vuela la peluca y se sale de sí.

Que bien se siente que alguien nos la vuele. Y que desilusión cuando todo vuelve a su lugar.

Volé pelucas, y con eso el ego de cualquiera (o al menos el mío, no voy a cometer la falacia generalizadora) se siente bien.

¿Pero si volar cabelleras no basta?
¿Y si volar cabelleras no me basta?

El público se divierte con el sufrimiento del payaso al descubierto. El teme el ridículo por haber perdido su brillante pelo falso frente a todos.

No es hecho menor el que a alguien se le vuele la peluca, que lo permita. Tiene que superar ese miedo al rídiculo.