"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andabamos para encontrarnos"
Julio Cortázar

Encuentrése, saque se de ese acartonamiento. Busque
gente
palabras
noches de placer

busque el rock n roll

Arte y Política. Y periodismo

Sumario

/ Análisis de la obra El pasado es un animal grotesco, de Mariano Pensotti
/ Crítica a Invasion of alien bikini, de Young-doo
/ Análisis de Flandres, de Bruno Dumont
/ Encuentro con Lina Etchesuri
/ Crónica del Parque de la Memoria
/ Encuentro con Asterisco, rapero de los Ningún pibe nace para chorro
/ Crónica de Fanny y Alexander, de Ingmar Bergman
/ Cobertura de la obra Ala de criados, de Mauricio Kartún
/ Nota de opinión 


  
El tiempo está después

"¿Dónde estaban los recuerdos puros? En casi todos se funden impresiones de otras épocas que se les superponen y les confieren una realidad distinta. Los recuerdos no existen: es otra vida revivida con otra personalidad, y que en parte es consecuencia de esos mismos recuerdos.”  Boris Vian, La hierba Roja
Cuatro personajes, por cuatro actores, en cuatro frentes. Vicky, Mario, Pablo y Laura, por Pilar Gamboa, Santiago Gobernori, Javier Lorenzo y María Inés Sancerni, en una calesita giratoria dividida en cuatro. Sí, El pasado es un animal grotesco nos entrega esas vidas, y nos muestra de ellas diez años, de 1999 al 2009, de los 25 a los 35. Una década que es relatada, en la obra, a partir de 68 microescenas, con historias mínimas, cotidianas, y otras no tanto. Recuerdos que alguien cuenta desde fuera. Narraciones construidas por Mariano Pensotti, dramaturgo y director de la obra. ¿El resultado? Un flashback de 10 años que lo obliga a uno a repensarse, y ver que detrás queda una década que despierta del letargo político del menemato, década profundamente convulsionada desde lo político. Una “mega ficción” que deja más interrogantes que respuestas.

La ineludible
Escribir sobre El pasado plantea una serie de desafíos puesto que puede abordarse desde múltiples puntos de vista. La calesita es resultado de un arduo trabajo de Mariana Tirante, y es, claro, la ineludible, lo primero en que se repara como espectador, y lo que permite el montaje paralelo de esas vidas construidas a fragmentos. Los actores que se encierran en ella a lo largo de los 110 min de la obra no interpretan a un solo personaje, sino a una infinitud más. Pilar Gamboa es también Dana, la novia de Mario, y es una versión inglesa de Laura (Lora), es la baterista de una banda llamada Travesti Rimbaud, la novia manca de Pablo, y más. Santiago Gobernori también es los novios de Laura, el primero, el segundo (Jasón, un palestino refugiado) y el tercero (un militante troskista), es también un forense excéntrico, el cantante de Travesti, y más. Javier Lorenzo también es el amigo borracho de Mario y Dana, el amante del campo de Vicky, Leonardo Favio, y más. María Inés Sancerni también es la socia de la veterinaria de Vicky, su media hermana, la novia brasilera de Pablo, una amante de Mario, y más. El despliegue actoral es impresionante. También el técnico, y la labor de dirección y dramaturgia. Las 68 escenas tienen una duración máxima de 120 segundos, e implican un preciso trabajo en bambalinas por parte de los técnicos y asistentes, entre ellos Leandro Orellano, jefe técnico, asistente de dirección y colaborador frecuente del director.


La década reconstruida no sólo es actuada, es literalmente contada. Los actores funcionan a su vez como narradores que, situados por fuera de la historia nos relatan, cual voz en off, la vida de los personajes. Sostiene Pensotti en el programa de la obra que, “narrar el pasado es como poner la voz en off que les dé sentido a los fragmentos dispersos de una película que se perdió para siempre” 
Múltiples voces se apoderan de la obra. En ella hay, además, intertextualidades con el cine, el teatro, la literatura. Múltiples niveles de ficción. La vida de Mario se convierte en una película, la de Laura, en un guiño al Biodrama, en una obra.
 El ineludible
Una vez franqueda la ineludible calesita queda la pregunta ¿Qué más? Pensar en un “de qué habla la obra” es casi tan utópico como el creer que hay un mensaje, cual bajada de línea, que tiene que ser descubierto. Sin embargo, algo parece resaltar en El pasadoO al menos, algo resalta para esta cronista, y eso es el Tiempo. Su ineludible transcurrir. 
El tiempo es de esas tópicas de las que se habla -y escribe- desde lo inmemorial. Tan inasible como concreto puesto que nos rodea, lo vivimos a cada instante. ¿Cómo hablar de algo en perpetua transformación? ¿Cómo puede ser el tiempo si el pasado ya no está, el presente no es siempre porque es efímero, es una cualidad, sólo un instante, y el futuro no es todavía?
Antes de proseguir, tengo que hacer una digresión y confesar algo: mi primer parte del año se vio marcada por una intensa y obligada actividad lectora -facultativa- en la que me encontré, entre otros autores, a Paul Ricoeur. El es de esos filósofos que escriben difícil, un poco por placer y sin necesidad, y otro poco porque lo que plantea es difícil. Ricoeur escribe sobre el tiempo y la narración, y básicamente lo que dice es que el tiempo se hace humano cuando se articula de modo narrativo y que una narración adquiere sentido por describir rasgos de la experiencia temporal. Entonces vuelvo. Al ver El pasado este planteo cuajó. ¿Cómo hablar del tiempo? Viéndolo, representando diez años en 110 min. Nunca más atinado.
Si algo me perturbó de esta obra es comprobar la imposibilidad de toda futurología. Proyectar hoy un mañana puede ser reconfortante pero, en el fondo, inútil. Todo puede cambiar, todo cambia. El pasado muestra las metamorfosis de un decenio. Hubo cambios políticos, las Torres Gemelas del 11 de Septiembre, el 19 y 20 en la Plaza de Mayo, los siempre presentes conflictos gremiales del subte, y el paro del agro en el 2008 a través de una pintada: “los burgueses serán el campo cuando sus restos abonen la tierra” Y también El pasado muestra los posibles cambios de cuatro porteños de clase media. Son más modestos, o mejor dicho, individuales; no es una generación que haya producido hechos políticos o culturales tan relevantes. Aún así, generación rescatable que supera adversidades. Esa que, por ejemplo, deja de ser hija del uno-a-uno y prueba suerte en el viejo continente, para luego volver. O esa que, buscándose así misma, labura de lo que sea. Vicky, Mario, Pablo y Laura tienen en 10 años distintos trabajos, y amores, y proyectos, y frustraciones, y expectativas.

Todo puede cambiar, todo cambia. Lo único que está siempre, con seguridad, es el Tiempo. Y la muerte que siempre llega. El tiempo pasa, y es inevitable detenerlo. Lo sorprendente es cuando uno para y ve lo que quedó atrás. El pasado es una memoria que puede revivirse como recuerdo. ¿Pero dónde están los recuerdos puros? La memoria está profundamente conectada con lo que somos en cada momento. De nuevo Pensotti: “el pasado se asoma como un animal entrevisto en la selva de los sueños, un animal que cambia de forma cada vez que lo recordamos, un animal grotesco” El tiempo que es humanizado al ser narrado: el teatro se parece a esos recuerdos que cambian cada vez que vuelven a la memoria, cada vez que son contados. El teatro es distinto en cada función, en cada encuentro actor-espectador, en cada línea que es repetida mil veces, y sin embargo tiene cada vez un sentido nuevo. 




 
Funciones: Jueves a Sábados, 21.00 hs. Domingos 20 hs. Sala AB Centro Cultural San Martín.                                                   Elenco actual: Pilar Gamboa, Santiago Gobernori, Javier Lorenzo, María Inés Sancerni. (En el elenco original Pilar Gamboa, Julieta Vallina, Javier Lorenzo y Juan Minujín)                                       
Textos y dirección: Mariano Pensotti.                      
Escenografía y Vestuario: Mariana Titantte.                                                                                                                      Luces: Matías Sedón.                                                                                                                                                  Asistencia de dirección: Leandro Orellano                       
 

Invasion kistsch  

Invasion of alien bikini 
    ¿Es un gore? No. ¿Una comedia romántica? No. ¿Es un drama psicológico? Tampoco. Es Invasion of alien bikini (Eillieon bikini, Oh Young-doo, 2011), un poco de todo y un poco de nada, mezcla y burla de varios géneros y procedimientos cinematográficos. Muchos, de hecho, en exceso. Es, además, la segunda película del surcoreano Oh Young-doo, y una función trasnoche de viernes en el marco del 14° BAFICI.
    Ya desde el trailer, la película se vende prometedoramente como unmix kitsch de géneros; pero nos promociona algo que no es. Esta película surcoreana es un gran pastiche. Ahora bien, la motivación no es clara. No pretendo una lógica realista, ni una justificación causal o atada a rígidas estructuras genéricas. No quiero ser conservadora, ni que haya una censura sobre “lo mostrable”. Difícil aplicarle algo similar a un film cuya protagonista es una alienígena encerrada en el cuerpo de una humana y que busca reproducirse para no acabar con su especie. Lo que sí podría pedirse, en todo caso, es una especie de coherencia. Invasion of Alien Bikini es una parodia de géneros, pero la jugada no es a fondo. Y en el medio, la película se vuelve tediosa y monótona, abusando de los recursos efectistas que se encuentran a mano. No hay suficiente sangre, no hay suficiente amor, ni tampoco erotismo. Porque sí, de pronto, la alienígena que fue salvada por un anónimo héroe (que por algún motivo usa bigote mexicano y una remera de Obama), cansada de una seducción que no da frutos, lo duerme, lo ata y lo obliga a inseminarla. ¿Cómo? Con sofisticados juegos sexuales, que si resultaban simpáticos en un comienzo, se vuelven redundantes cuando están en exceso y sin mostrar, encima, demasiada carne. Entonces, retomo. No hay suficiente erotismo tampoco. Y cuando se apela a un psicologismo insospechado, que nos muestra un trauma paterno de manual de Freud, flashback mediante, ya definitivamente la película se excede.
    Pero alto. Atemperemos. Los primeros minutos son explosivos y prometen un bizarro film de alienígenas. La película comienza con un típico paisaje de película de terror: la ciudad desierta y marginal, un hombre que corre, solo, y persigue a alguien que resulta ser igual a él. La aclaración vendrá pronto y mediante un flashback que reconstruye la diégesis. Un anónimo héroe urbano, Young-Gun, salva a una joven de unos malechoeres que buscaban quitarle la columna vertebral. Patadas karatecas mediante, guiño a las películas de artes marciales, la salva y la lleva a su casa. Allí, nuestro héroe protege a su damisela, Mónica, dándole una potente pócima especialmente diseñada. El relato se interrumpe, de pronto, y en sobreimpresión y a través de una voz overque nos habla a nosotros, espectadores, para que observamos la jarra con los potenciales ingredientes y la explicación del efecto de cada uno de ellos produce. Aclaración: este recurso se utilizará y repetirá hasta sacarle el jugo, no sólo sin instaurar un código, sino deseando que se eliminen por completo tales intervenciones. Luego de idas y vueltas a lo largo de varios minutos, terminamos en el cuarto de Young-Gun que observa a la alienígena y la invita a jugar al yenga, en un tímido y brillante acercamiento amoroso.
    Hasta aquí, la película es buena y le provoca escandalosas risas al auditorio cinéfilo del BAFICI. Sin embargo, en adelante, se vuelve pesada y algo pretenciosa. Poco a poco, el film siembra la sospecha de que Mónica no es una víctima; el problema es que tal duda se desarrolla en el pequeño cuarto de dos por dos de nuestro héroe, a través de unos escasos movimientos de cámara, muchos de ellos largos sin razón de ser, y con la jugada de yenga como contexto. Ponen una pieza aquí, allí, ríen, y de nuevo se repite la situación. Todo perfecto, la cuestión es que cuando una película comienza con mucha persecución, golpes y un intenso amor, se espera que siga ese ritmo y no que se transforme en un homenaje al cine moderno. Para colmo, de la nada nuestro héroe revela que ha hecho un voto de castidad: excusa perfecta para que Mónica renuncie a seducirlo y apele a juegos sexuales para ser inseminada. Y  nuevamente, el exceso de la ocurrencia. La ocurrencia entendida como esa primera idea que surge en la mente, parece buena y se la usa hasta gastarla, sin que el ego sepa decir que no. Lo que se escribe, lo se filma debe tener alguna clase de justificación y no ser un conejo sacado de una galera. Los juegos sexuales se repiten una y otra vez, y si uno había creído entender la idea, la respuesta es que no, hay muchos más para mostrar. Young Gun termina por ceder y se acuesta con ella, pero no por las técnicas sino porque el recuerdo de su padre golpeándolo, y él matándolo un día, lo excita.
    A todo esto, cada tanto vemos a una brigada “anti alienígena” (los malhechores del comienzo) buscando a la joven para eliminarla. Buen intento, pero no crea suspenso porque el ritmo es lánguido y solo cada tanto nos los muestran. Los chicos llegan tarde y en su arranque de locura erótica paterna, nuestro héroe termina por inseminar a la alienígena. En un abrir y cerrar de ojos nace el niño, crece y es igual a él.
    Desear el final de una película no es un buen indicio. Invasion of Alien Bikini fue rodada con un escueto presupuesto, por esto se entiende que las localizaciones sean interiores y que no haya efectos especiales. Ahora bien, frente a alargar un film con una inconexa mezcla de procedimientos, es preferible deshacerse de varios de ellos y en todo caso, filmar un mediometraje. Parece una película realizada por un inexperto que quiso meter todos los chiches a mano.
    Viernes pasatista pero ha habido mejores.




Esa zona llamada Flandres

En la película Flandres, de Bruno Dumont, hay una guerra. Es una guerra anónima: sus protagonistas no saben cuál es y esa información no nos es dada nunca. Una guerra que se intercala en todo el film con otro mundo, el de Flandres, región del Norte de Bélgica si bien la película transcurre en una zona francesa. Si Bélgica evoca algún glamour de primer mundo, éste microcosmos poco tiene de ideal. Estamos en una región campesina en dónde la vida es casi tan embrutecida y los valores son tan arquetípicos, como los de aquella zona a la que van a pelear. No se dice cuál es pero hay una clara referencia oriental por su árida geografía y los turbantes de sus habitantes: El otro es alguien que está mucho más cerca de lo que creemos.
Los protagonistas de Flandres viven todo con la misma escasa intensidad, el sexo es algo tan rutinario como el lavar los platos. Sus caras están siempre, o casi siempre, impasibles. Poco tienen de los star del cine clásico holywoodense, es difícil identificarse con ellos y no pueden ser héroes porque en la vida, casi podemos pensar que dice Dumont, simplemente no los hay. Demester, el protagonista, no logra capturarnos. El no saber a qué guerra va no lo inquieta demasiado porque no hay ideal patriótico. Se va por la paga y lo importante es establecer quién es su otro. Nota al pie: La otredad no está sólo en sus rivales del campo de batalla, el contrincante es en un momento un negro del mismo escuadrón. La región de Flandres desmiente la supuesta homogeneidad del primer mundo y demuestra su falso progresismo: El otro es alguien que está mucho más cerca de lo que creemos.

Si en algún momento estamos cerca de sentir alguna afinidad por Demester, Dumont nos pone un alto al mostrar sin solemnidad, ni discurso moral cómo participa de la violación de una mujer. La forma de mostrarlo colabora a esto. El escuadrón camina por el desierto, encuentran una casa, entran, sacan de ella a una mujer, la desvisten, la violan, casi todo en plano general y con una rapidez que el resto de la película desmiente. Si no hay un involucrarse desde lo formal y si no hay ningún preámbulo, ni justificación posterior, es porque en la guerra, muestra Dumont, no hay moralismos. Y por si tenemos alguna duda, también se mata a niños. Nuevamente, no hay solemnidad y sus muertes nos llegan desde fuera de la pantalla, son un sollozo en off que de pronto se apaga. Sin embargo, su no moralidad no es in-moralidad (si es que pudiera establecerse alguna diferencia) Quiero decir: no es que haya un placer en sí en el hecho de violar a la mujer o matar a los niños. No es que haya placer en el hecho brutal por ser un hecho brutal (recuerdo la película Pecados de guerra de Brian de Palma, en dónde los abusos sin compasión que cometían soldados sí les daban placer por el hecho mismo de ser abusos, pero tan sólo para reforzar la figura del Eriksson, el personaje que se daba cuenta de todo y lo denunciaba en la corte. Si hay moral allí) Aquí en Flandres simplemente no importa, esas cosas suceden (como suceden el sexo y el lavar los platos) no merecen ser discutidas, y punto.
Al ver esta película se me aparece como un relámpago los films del genial Samuel Fuller. EL director bélico de Hollywood. Pienso en The big red one y recuerdo un episodio en que un niño nazi mata a un soldado estadounidense. ¿Le dan muerte? No, lo educan. Lee Marvin, el protagonista, él sí un star con todas las letras, un héroe positivo si los hay, decide darle un chás chás en la cola hasta que el niño, en vez de gritar Heil Hitler, pide por sus padres. Y todo enfocando al niño en un primer plano, casi para que podamos oler sus lágrimas y comprender junto con él, que el ser nazi es una rebeldía y que a los niños, en la guerra, se los debe proteger.

Impasibilidad, tiempos muertos, deslizamiento entre los acontecimientos. ¿Alguien siente? Sí. Hay un grito que desgarra el aire en esa zona dónde el silencio reina y escasean las palabras. Las mujeres sienten. Barbe es la mujer protagonista, al principio la vemos tener sexo con muchos hombres sin que lleguemos a entender por qué. Placer no se transmite y aburrimiento tampoco. Es como un dejar que el sexo se suceda, pase por ella. Barbe queda en Flandres esperando. ¿Qué? No sabemos bien. Suponemos que quiere a Demester pero hay otro que le compite, Blondell. Y ellos se van a la guerra. Ahora, ¿los espera a ellos? Ranciere, al hablar de la filmografía de Dumont, dice que es de un “modernismo fronterizo” Modernista en sus formas: en sus ambigüedades, en la dificultad de entender a sus personajes en pensamiento y sensaciones, en su dar tanta importancia a lo fútil como a lo trascendental. Ahora bien, fronterizo porque sus temas vuelven a lo esencial. Entonces reformulo. No es que sus personajes no sientan, sino que no canalizan sus sentimientos como el occidental, blanco y burgués que supone Europa. Y hacia el final del film, lo que venía simplemente sucediendo estalla en Barb. De pronto sus nervios suponen encerrarla en un neuropsiquiátrico.

En una guerra que de anónima, se convierte en arquetípica ¿por qué se pelea?
En unos abusos que se cometen sin pensar en ellos ¿Dónde está lo humano? (Judith Butler habla en Marcos de guerra , de cómo en la actualidad las fotografías de torturas revelan que “lo humano” es una categoría movible, adjudicable y por lo tanto construida) En unos personajes con rostros que están siempre, o casi siempre, impasibles ¿qué implica “sentir”?

Dice Dumont, en una entrevista dada a Cynthia Sabat: “El cine tiene que volver a dar a la imagen su sensibilidad, y esta sensibilidad se le puede volver a dar por medio de la representación. No es representando la guerra en sí misma como podemos volver a darle la sensibilidad, sino representándonos a nosotros mismos.”

Volver a lo esencial. 



 El lenguaje es un territorio ocupado y de resistencia



Hay un grito que no tiene sonido.
Hay lágrimas que no riegan el suelo.

La ley de gravedad parece estar rota en Palestina, territorio lejano y que conmueve en lo más profundo. Lina dispara y lo captura. Sus fotos lo registran.

Un niño señala a la cámara mientras otra juega.
Unas mujeres sacan fotos a la tumba de Arafat.
Un soldado israelí interpela a un palestino.
Unos niños juntan casquillos en su mano.

Los colonos portan armas, los colonos viven aislados en asentamientos estilo Truman Show, los colonos tienen facilidades económicas, los colonos atacan a los palestinos y son defendidos por la policía.
Dicen que su causa es religiosa y eso los fundamenta. Entretanto, hay un muro que divide territorios y aísla y hay una marcha de mujeres rumbo a un velorio:
Hubo una muerte, todo el que muere por Palestina es mártir, todos son mártires.
O Presos políticos.

¿Hay algún punto de inflexión? No responde Lina. Y es terminante.

Se resiste para no entregarse. Se resiste en el Hamás, o denunciando, o marchando, o yendo a la universidad y sabiendo inglés. O haciendo todo eso junto.

¿Podré hacer algo por esa resistencia?



Las fotografías son de Lina Etchesuri


Dos veces y media yo.


Crónica desacartonada sobre el Parque de la Memoria. El mismo se encuentra en Costanera Norte, a unos metros de Ciudad Universitaria. Pensado y diseñado en "Honor a las víctimas del Terrorismo de Estado", se trata de un espacio amplio, con distintas intervenciones artísticas dispersas en el predio. La principal, o al menos en torno a la que gira esta crónica, es un Muro. Cinco paredes con  30.000 ladrillos. Muchos de ellos están tallados con nombres, 8718.


Dos veces y media yo


El muro es el eje, el protagonista ineludible. Primero uno, luego otro y después uno más. Tres. Larguísimos (¿cien metros?), y tan altos como dos veces y media yo. 
El muro puede adjetivarse y describirse. Sin embargo es difícil quedarse en un registro frío y distante.
El muro interpela de una forma personal, cada quien ve algo distinto y es complejo explicar lo que genera. Hay que ir.

Son piedras rugosas y ásperas talladas con nombres lisos y suaves. 
También, más que nada, son vidas que por su ausencia aún están presentes, historias del ayer que llegan al hoy. No son sólo nombres anónimos. Letras y más letras, sí.
También, cuerpos y mentes que fisicamente no están pero que de algún modo se hacen carne en estas paredes. 
Es inevitable no imaginar quiénes fueron, o no buscar a quien uno conoce.


El monumento cubre el período 1969-1978 y se ordena por año y alfabéticamente.
U, V, W. Encontré a Walsh.
Descubrí a Julio (Jorge Julio) López. ¿Por qué no extender la cronología al presente?
Pienso en si estará el amor chileno de mi madre. Víctor se llamaba.
Pasos y pasos. El año más largo de caminar es el 76, con muchas vidas por leer. Presentes ahora y siempre.
Algunos tienen su edad detallada, tenían tanto 13 como 63; otros no.
Hay embarazadas. Hijos que (tal vez) aún hoy no saben su real historia. ¿Y uno la conoce? Nuestra vida está marcada por hechos que la mayoría de las veces no cuestionamos, en los que no indagamos. El muro (nos) interpela.
30.000 vidas, 30.000 piedras, 30.000 lápidas. ¿Y dónde ubicarse si este muro es también un nosotros?

Y más nombres, y más pasos, y más muro alto.

En el Parque de la Memoria hay silencio. Solo el viento fresco del Río de la Plata susurra en la oreja de quien lo recorre. Las obras de arte están lejanas entre sí y hay cuatro personas a la vista. Podría parecer vacío de no ser por un muro que obliga a doblar el cuello y ver hacia arriba. Dos veces y media yo garantizan que sea imposible no ver. Él trae el pasado al presente.



Crónica realizada en el marco del Taller de Crónica Periodística de Lavaca, dictado por Claudia Acuña.


Asterisco




Asterisco.

Transparencia de la que surge el peso de una vida.

Grito rebelde que atraviesa los silencios obligados.

Asterisco llega al Punto de Encuentro MU con la tarea de hablarnos. Nos sentamos en ronda para que él cuente anécdotas, y lo primero que hace es romper el orden del círculo. Resistencia y Libertad son sus palabras preferidas, cuenta él.



En su gorra jamás lavada, hay complejidad simplificada : aprende con los niños y sueña con un no Estado. Dice ser afortunado pues se sabe asterisco, sabe que la libertad es responsabilidad y la música un lenguaje universal.

Con acento sureño y chileno cuenta su ser parte de esos no-locos que son los "ningún pibe nace para chorro", su desafío a la cana, su abandono del colegio, su primer despertar con las "Venas abiertas de América Latina"

El rap critica, el rap da un por qué, el rap busca una solución.



Asterisco, sonrisa de entrega. En sus ojos yo lo veo.







http://www.youtube.com/watch?v=n_ZUR3VJpEE&feature=related



Rapeando con Asterisco Parte I



Rap

No chupo el suelo con la lengua

aunque el policía no me de tregua

No quiero vivir en la sombra,

las ilusiones no se compran

Una meada cruza el aire

no está bueno Buenos Aires

Seamos cuerpos en acción

Sin vergüenza, con amor

más cosquillas, menos miedo

Con mis insolencias te desespero

Soy testigo del chillido

En tus ojos yo lo veo.

Creación colectiva entre los integrantes del Taller de Crónica Periodística de Lavaca, y Asterisco.





Fanny y Alexander



"Fany y Alexander" fue vista por obligación: la realización de una tarea para un taller de crónica.

"Fanny y Alexander" fue vista con una expectativa condicionante: es una película del genial sueco Ingmar Bergman.

Lo que "Fanny y Alexander" es, en los hechos, cada cual podrá saberlo al verla (o no, quién sabe).

Por lo pronto, he aquí el recorte de cinco fragmentos :



    1)



Gustav Adolf y Maj están en la cama. Gustav Adolf Ekdahl es el patrón y ella, Maj, con una edad tan corta como su nombre, es la criada. No de él directamente sino de su madre. Aunque tal vez sea lo mismo. El tiene en sus bigotes doblados hacia arriba a lo Dalí la aristocracia que ella nunca tendrá en su hermoso pelo, pelirrojo y despeinado. Por eso él le da ostras en la boca y le promete convertirla en gerente de su cafetería. Eso acorta las distancias y le permite correrle el escote de su ropa interior, para tocarle ese busto que nosotros apenas alcanzamos a ver. Ella no cree en sus promesas y entonces él le firma un contrato improvisado e informal.

Juegan.

Maj se acerca a él cojeando. Gustav le besa sus tetas firmes. Van a la cama. Nohacen el amor. Tienen sexo.

Juegan.

El dice ser el mejor amante y ella afirma que sí. “El cohete se apagó muy pronto” ríe él. Juegan. Ella se le sube encima y nueva metáfora real: cabalga el semental hasta que su cama estrecha y pobre se rompe, y ambos caen al piso. Todo es liviano.

Juegan y ríen.

Ella no quiere nada de Gustav y se lo dice, pero él se enoja. Quiere cumplir esa promesa o siente que quiere hacerlo.



2)



Oscar se desmaya mientras representa el fantasma de Hamlet padre. Simple desmayo que manifiesta la enfermedad y la muerte. Fanny y Alexander, sus hijos, están separados del incomprensible mundo adulto. Esperan noticias tomando una chocolatada con las criadas de la casa, cuando su tía los busca: el padre quiere verlos. Fanny y su tía caminan apenas delante de Alexander. La cámara se coloca entre ambas sin enfocarlas, sólo vemos la cara del niño.

Limpia, blanca, con el peso de una edad que está en el límite de lo que entiende y lo que no.

Toda la familia espera fuera de la habitación y él no quiere entrar. Algo en él se resiste a crecer.

Fantasía que aún quiere quedarse en su cuerpo.

Esconde su cabeza en el regazo de la abuela ocultándonos sus ojos despiertos. Oscar sabe que ahora es cuando mejor puede representar a ese fantasma. Nunca nada lo separará de Emile, su mujer. Nunca nada.

Planos detalles sucesivos de un balde lleno de flema, del péndulo y las manecillas de un reloj, de una serie de medicamentos.

El padre le pide a Fanny que le diga a Alexander que no hay nada que temer. Alexander sabe que eso no es así. Va a la cama, pero se esconde debajo. Finalmente lo sacan y Oscar le toma la mano. Abre la boca para tomar una última bocanada de oxígeno y muere. Alexander vuelve a refugiarse bajo la mesa.



    3)



Un intertítulo rojo y con tipografía blanca, acaba de anunciarnos que Fanny y Alexander continúa en breve, y luego que Fanny y Alexander continúa en ese momento.

Cae la lluvia y observamos el exterior de la casa de la familia Ekdahl. El jardín con su estatua, escalones en cuya base hay un cochecito de juguete y una muñeca de porcelana que se moja. El agua cae y purifica. Hay un gran ventanal vidriado, lleno de luz. Adentro duerme Helena Ekdahl, vestida de blanco y con un libro en sus manos. Un reloj da campanadas y unas manos acarician y despiertan a Helena. ¿La despiertan? Es Oscar. Madre e hijo se toman las manos y durante largo rato las vemos así. Ella habla sobre las manos de su hijo cuando era niño, sobre el paso del tiempo y el teatro del mundo. Ambos son actores. En ficción y en realidad.

Ella disfruta ser mamá, también actriz; pero prefiere mamá y queda la duda de si quién habla es su personaje-actriz, o la actriz que Bergman dirige.

Todo es teatro.

El teatro nunca se da por vencido, dice Helena.

Juego de roles.

La escena es, básicamente, un monólogo de madre a hijo.

La realidad ha estado rota y extrañamente se siente más real”.

Puntada al corazón.

Casi tengo la necesidad de ponerle Stop a la película, pero sigo viendo.

Oscar la visita porque está preocupado por sus hijos.



    4)



Los niños encerrados en la austera casona de su padrastro, ven la lluvia caer a través de su ventana enrejada. Todo es ascético, blancuzco como la luz de un tubo de bajo consumo. Entra la criada de la familia con la comida para Fanny y Alexander. Su vestimenta es tan gris como su cara. Intenta asustarlos contándoles sobre la primera mujer de Edvard y cómo apareció muerta con sus dos hijas. La casa aún siente su presencia, afirma.

Alexander dobla la apuesta: dice haberlos visto.

Puede sospecharse que todo es mentira, producto de esa misma imaginación que su padrastro elogia, reprendiendo. Sin embargo, Alexander ve a su padre caminando y vestido de blanco. El relata haber estado en la biblioteca con Edvard leyendo un libro, cuando una niña pasó corriendo a su lado y una mujer vestida de negro, de grandes ojos y pelo oscuro, le confesó cómo su marido la encerró como castigo. Luego de cinco días sin comida, el escape parecía la única solución, pero nada salió bien y murieron. ¿Será mentira? La criada le cuenta al cura el relato y éste se pone serio. ¿Alexander supo la verdad, dio enel blanco de casualidad, o su seriedad se debe a ese niño que no aprende y sigue jugando?



   5)



La casa del judío Isak está repleta de antigüedades. Sobrecargada y llena de polvo. Es más cálida, ya no ascética ni blancuzca, más bien roja o marrón. Alexander busca la vuelta a su cama y no la encuentra. Camina entre un laberinto de fantasías. Tantos son los objetos amontonados que no se diferencian entre sí. Forman una pared heterogénea de trastos. El ve a su padre caminar entre ese mundo, igual que él en ese momento. Escucha un ruido y teme. Se esconde bajo la mesa como lo hacía antes en su casa. Se abre una pesada puerta y avanza un pie grande y macizo, luego otro y un cuerpo se le abalanza, él se defiende y al ver bien, descubre una marioneta dominada por el sobrino de Isak. Este le habla de los múltiples planos del mundo. Sólo es cuestión de abrirse a ellos.

Te vi durmiendo”, le dice Alexander.

¿Estás seguro?”, le replica el otro.

¿Hay seguridades?





Cosa de Kartun


Salir del Teatro del Pueblo luego de ver «Ala de criados», es irse con ideas más confusas que claras, aunque totalmente perturbado, reflexivo y (en mi caso al menos) con ganas de escribir. ¿Distanciamiento brechtiano? La expectación de esta obra de Mauricio Kartun no acaba en ir, pasar el rato y salir a comer pizza de parado en Guerrín. Es más, y eso es lo mejor de todo.

La obra dispara. Lo hace literalmente. La acción se sitúa en Mar del Plata, enero de 1919, con el trasfondo de la semana trágica. Los tres primos Guerra, niños bien, huyen de la oleada de huelgas (y represión) que se desata en Buenos Aires. La distracción de Tatana, la prima «varon de la familia», es ir a la playa y tirarle a las palomas, pasar el tiempo en ese histórico Pigeon Club. Luego el divertimento será utilizar a Pedro Testa, empleado o cuentapropista asociado a la familia dependiendo de quién lo afirme, y cometer actos delictivos contra los«bolcheviques» (pronunciado en un distinguido bolcheviquis) y una vez más, disparar. Honrar a su abuelo Tata, a su clase y a su patria robando los libros delrojo Emile Zola, atacando a grupos anarquistas, e hiriendo y matando a los caballos del judío Beristaín que les impide a los primos enlistarse en la Liga Patriótica. No importa, ellos construyen la propia y quien colabora es Pedro Testa, que sin conciencia de clase prefiere ayudar (más bien ser utilizado hasta no servir más) a sus amos contra sus iguales. Los Guerra son la radiografía de la oligarquía argentina.

Sin embargo, la obra también dispara en sentido metafórico. Dispara (despliega) múltiples direcciones. De allí la confusión a la salida. «Ala de criados" puede pensarse en términos de lenguaje, de poesía, de teatro, de historia, de género y sexualidad, e incluso más. Provoca un necesario placer.



¿Rechazo tajante, o ironía encubierta?



Pero retocedamos un poco. La referencia a lo literal y lo metáforico es problemática cuando su protagonista arranca la obra afirmando «La metáfora es cosa de putos. Un ademán de manflorita. Una parte desviada de la lengua.» La situación se agrava cuando notamos que ese disparar literal depende de una pistola de utilería, y mucho más cuando Tatana nos narra a nosotros espectadores (aunque «simule» escribir en su diario de vacaciones) la peripecia de esa semana. Interactúa sí, nada de cuarta de pared. Es más, Tatana, nuestra narradora, nos enuncia múltiples finales sin que lleguemos a conocer el elegido. Los finales son el problema de la literatura afirma.

Vuelvo al comienzo, distanciamiento brechtiano. No olvidemos que estamos en el teatro. ¿Qué es lo literal y lo metafórico, o lo real y lo ficticio?



TATANA: Es inútil luchar contra la metáfora. La realidad no deja de fabricarlas.


Lo primero que se ve al iniciarse la obra es una potente imágen.

(Imagen: Plano visual y plano sonoro yuxtapuestos, de una densidad sígnica importante. Siempre dicen más de lo que muestran. Despiertan un imaginario, visibilizan un mundo.)

Una piedra gigante, y los tres primos en ella. De fondo suena una música que transporta a la década del 20. La piedra que es una metonimia: playa, Mar del Plata, pigueon club, clase alta. Parte por el todo. Imagen.

La metonimia es una de las grandes operaciones retóricas de la lengua. La metáfora también lo es. Construye sentido operando por sustitución. Hay algo que se ve, y algo que no aunque se intuye, se huele.

¿Hay entonces un rechazo tajante a esta reina de la poesía? Una nota realizada a Kartun en el suplemento Ñ, Mayo del 2010, me dió una posible respuesta.


KARTUN: En el teatro, hay un relato encubierto, en el cual el espectador, creyendo disfrutar de lo que está frente a sus ojos, se carga de aquello que no ve.



Parece una humorada, pero es lo afirmó. El dramaturgo confía en la metáfora y ello es porque el teatro lo es, funciona (y vaya si este funciona) si hay sustitución, relato uno y relato dos, acción y movimiento. En una palabra, truco de magia: los espectadores nos embelezamos con las astutas manos del mago y de pronto ¡Zas!

Truco. Retruco.

¿De que nos cargamos entonces?

De mucho. A lo largo de la obra se decubren algunos elementos. Kartun, como un maestro suizo de relojería (parafraseando a Tatana) despliega con presición todo un mecanismo de intrigas que poco a poco van colicionando, generando conflictos que tarde o temprano estallan. «Metáforas… metáforas… Divino eufemismo… Nada quieren decir y todo dicen.»

El resto puede responderlo el espectador.

Lo real sin lugar a dudas, es que «Ala de criados» da ganas de ver más y más y no perderse ni un detalle.



Vaya uno a saber por qué.



"Ala de criados" obra dirigida por Mauricio Kartún.




Funciones, viernes y sábados a las 21 y domingos a las 20 en el Teatro del Pueblo (Av. Roque Sáenz Peña 943)



Nos siguen pegando abajo

Por Laura Loredo Rubio, Julio del 2009


Sí, soy una de ellas. Una de esas personas que tiene una madre (o padres) que en los setenta militaba. Mi madre tenía un novio en la ERP y planeaba ir a Bolsón a alfabetizar a los mapuches (cuando Bolsón no era la versión sureña de la Plaza Francia porteña, sino un casi inexistente pueblo) Creía en el cambio, creía en el arte. Ahora vive en Belgrano y es “progre”. Su casa (mi casa) tiene luces bajas, almohadones, color. Sus hijas o estudian algo artístico, o social (o ambas). Y es que en realidad, nadie escapa a los moldes, a las representaciones sociales, a los mandatos que día a día nos bajan desde arriba. Cómo debemos ser, cómo debemos pensar, cómo debemos manejar nuestros cuerpos. Para cada quien hay una receta. Y aunque nos salgamos en cierta medida de esos moldes, no siempre es sencillo. Hoy día, aquella ilusión de un socialismo internacional, de una Latinoamérica unida y socialista, se ha desmoronado para muchos de los de la generación de mi madre. Hoy creen en lo fáctico, en lo que ven a su alrededor, en lo mejor que surge en relación al contexto. Se los conforma con recetas menos ambiciosas pero que (en teoría) hacen más por el pueblo. Esa es una de las paradojas, ¿o no? Si el Poder no puede eliminar por completo las ideas corrosivas, aún subyacentes, de estos sobrevivientes setentistas, por lo menos puede controlar sus energías, bajarlas. El Poder baja un modelo hegemónico que debe seguirse para estar inserto, y no siempre es sencillo decir que no, pues somos seres sociales, culturales, históricos. Hay incluso para cada sector de la sociedad un camino posible, una representación acorde. Se espera que las reacciones no sean muchas, pero si las hay, que al menos estén controladas. Por eso, muchos de nosotros somos hijos de. De aquellos que un día fueron más radicales pero hoy son progres, leen Página 12 y el Le Mond. No hay en esto una condena. Tampoco solidaridad, simplemente es comprensible. El sistema está diseñado para crear cuerpos dóciles y cuantificables. La conversión hacia el progresismo de ciertos sectores de la generación de nuestros padres, es un ejemplo clarificante. Hace recordar que detrás de los sentimientos posmodernos que nos hacen creer libres, hay todavía una maquinaria operando. Hoy día, todas las opiniones parecen ser válidas, los grandes medios nos hacen creer que luchan por la democracia, que las diferencias sexuales son aceptadas, que no hay discriminación, que hay una relativa libertad de elección, que todo pasa por la educación etc. Muchas son las banderas que dicen levantarse. Sin embargo, por definición, el sistema no está hecho para la tolerancia, sino para el control. Hay, entonces, que desconfiar de esta nueva ola. Porque lo que hay no es más libertad, sino nuevas formas de control, acordes al posmodernismo que vivimos. Con esto no quiero sostener que “las masas piensan hasta pasado mañana”, pues son muchos los casos que se salen de los moldes, y de hecho es eso lo que mueve la historia. No la continuidad, sino la crisis, las rupturas de paradigma que luchan por instaurar uno nuevo, o que al menos obligan a repensar los términos. Si quiero, de cualquier manera, plantear que aunque las “grandes palabras” (capitalismo, sistema, control etc.) hoy no se usen tanto, siguen estando presentes. Toda una microfísica opera en pos de su vigencia. Se puede estudiar el asunto desde muchos vértices.




El Poder no tiene simplemente una fase negativa, estricta y represiva, sino que también genera saber, un saber que es funcional a lo necesitado. Foucault estudia estos controles en relación al cuerpo, cómo el sistema controla la corporalidad, creando las condiciones necesarias para doblegar más a los individuos. Denomina estos mecanismos con el término bio – política. Esta tiene dos polos diferentes: Uno de estos, centrado en el cuerpo como una máquina: la optimización de sus capacidades, el incremento paralelo de su utilidad y su docilidad, todo ello asegurado por los procedimientos de poder disciplinares a los que se somete al individuo: una anátomo – política del cuerpo humano. La disciplina sobre los cuerpos se aplica en el trabajo, la educación, la vida diaria, los espacios de placer. El mismo individuo se auto-disciplina. El segundo de los polos, centrado en el cuerpo de la especie, el cuerpo imbuido por los mecanismos de la vida y que sirve como base de los procesos biológicos: nacimientos y mortalidad, índice de salud, esperanza de vida etc. Se efectúa a través de una serie de intervenciones y controles reguladores: una bio – política de la población. Es interesante observar como aún son válidos estos paradigmas. Los procedimientos disciplinares, aunque reformulados y cuestionados, están presentes. Lo mismo los controles sobre la vida. Se impulsa la eugenesia, pero se condena el aborto. Asimismo, también es interesante ver cómo si bien el Poder busca reinar, hay rupturas.

Hay cuerpos que escapan en parte a los hegemónicos, impuestos por el sistema capitalista y la cultura occidental. Algunos de esos cuerpos son los de los individuos de los pueblos originarios, con otra cosmogonía, otra tradición, sin ser por ello totalmente ajenos. Nuestros propios cuerpos escapan por momentos a los mandatos sociales. Por ser justamente una de aquellas personas hija de, es común que pueda (podamos los que somos hijos de) romper con ese cuerpo impuesto. En un recital, por ejemplo, los cuerpos se tocan, sudan, bailan juntos, hacen pogo. Nos comunicamos con la música y nuestro cuerpo se extasía. Parece achicarse un poco esa polaridad tajante cuerpo/alma, estamos más presentes. Sin embargo, más allá de estas múltiples rupturas, aquello que es peligroso, corrosivo al sistema, busca eliminarse o hábilmente es convertido en un signo vacío, en una mercancía, en un fetiche. Pasa con el Che. Hoy, como dice la canción, su cara está en todas las remeras. Similar tarea se realiza con la sexualidad.

Esquemáticamente: en los sesenta explotan muchas de las experiencias de libertad sexual que ya venían gestándose. Los hippies pregonan paz y amor, muestran sus cuerpos sin pudor. Pero ésta bella postal hollywoodense, en realidad es más profunda. Mostrando sus cuerpos, liberando la sexualidad, estaban oponiéndose a una tradición dualista de larga data. El dualismo cartesiano separa el alma del cuerpo, éste último es el elemento inferior de la dupla, despreciable, causante de lo malo, corrupto. Los placeres se separan de la vida cotidiana, el cuerpo se oculta. La sexualidad se controla, se normaliza: controles de natalidad, mortalidad, normalización de los géneros. Las manifestaciones de los hippies rompían con esta tradición. El cuerpo se hacía carne con el mundo, el individuo se convertía en un ser-en-el mundo. Esto generó un conflicto en el sistema, a cuerpos así no es posible controlarlos, no pueden ser cuerpos dóciles. Se debe entonces, doblegar el signo subversivo. Y acá viene lo genial: más efectivo que erradicar por completo al elemento en cuestión, es vaciarlo de contenido, volverlo un objeto ajeno. Así se lo doblega. Hoy día podemos ver a la sexualidad invadiendo la vida cotidiana: el político que sale con la vedette x, la publicidad de preservativos, las series televisivas con alto contenido erótico, los programas de concursos de baile con bailarinas casi desnudas. Pero esto no implica liberación, sino control. Marcuse se refiere a este proceso llamadolo “desublimación represiva”: al evitar al individuo la necesidad de sublimar su sexualidad, la sociedad afirma más su poder. El autor distingue entre la sublimación no represiva, freudiana, y la desublimación represiva, típica de la sociedad actual. Actualmente, lo sexual se extiende sobre lo no sexual, pero no para sublimar la libido en formas socialmente aceptadas, como la sublimación no represiva, sino para reprimir más. Así se ve como la sexualidad inunda desde el campo de lo político hasta el publicitario. Pero la liberación es ficticia, porque la sociedad toda, el sistema, se organiza contra la liberación y es imposible que no sea represiva. En el trabajo, por ejemplo, el cuerpo queda deserotizado, alienado y al servicio del rendimiento industrial de la sociedad. De ahí que ésta permita, controlándola, una aparente descarga sexual, para que la personalidad pueda dedicarse a la producción y favorecer al consumo gracias al erotismo del juego publicitario.

Estas líneas, un tanto heterogéneas, esquizoides, buscaban plantear una reflexión. Al menos a mí me hace ruido esto de la liberación. Intentaba decir que en realidad el control sigue, cambia la forma. Quise poner el ejemplo de aquellos que lucharon por una sociedad distinta, pero hoy aplauden a la actual, y quise pensar también el ejemplo de la supuesta libertad sexual que vivimos, que en realidad no es tal. Ambos sirven como ejemplo, son útiles al objetivo propuesto, pues resaltan aquello que a veces no quiere verse: aunque no estemos de acuerdo con el sistema y haya rupturas, seguimos dentro de él, pues él sigue operando.

Laura Carolina Loredo Rubio - Julio del 2009