"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andabamos para encontrarnos"
Julio Cortázar

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viernes, 8 de abril de 2011

Dos veces y media yo.


Crónica desacartonada sobre el Parque de la Memoria. El mismo se encuentra en Costanera Norte, a unos metros de Ciudad Universitaria. Pensado y diseñado en "Honor a las víctimas del Terrorismo de Estado", se trata de un espacio amplio, con distintas intervenciones artísticas dispersas en el predio. La principal, o al menos en torno a la que gira esta crónica, es un Muro. Cinco paredes con  30.000 ladrillos. Muchos de ellos están tallados con nombres, 8718.


Dos veces y media yo


El muro es el eje, el protagonista ineludible. Primero uno, luego otro y después uno más. Tres. Larguísimos (¿cien metros?), y tan altos como dos veces y media yo. 
El muro puede adjetivarse y describirse. Sin embargo es difícil quedarse en un registro frío y distante.
El muro interpela de una forma personal, cada quien ve algo distinto y es complejo explicar lo que genera. Hay que ir.

Son piedras rugosas y ásperas talladas con nombres lisos y suaves. 
También, más que nada, son vidas que por su ausencia aún están presentes, historias del ayer que llegan al hoy. No son sólo nombres anónimos. Letras y más letras, sí.
También, cuerpos y mentes que fisicamente no están pero que de algún modo se hacen carne en estas paredes. 
Es inevitable no imaginar quiénes fueron, o no buscar a quien uno conoce.


El monumento cubre el período 1969-1978 y se ordena por año y alfabéticamente.
U, V, W. Encontré a Walsh.
Descubrí a Julio (Jorge Julio) López. ¿Por qué no extender la cronología al presente?
Pienso en si estará el amor chileno de mi madre. Víctor se llamaba.
Pasos y pasos. El año más largo de caminar es el 76, con muchas vidas por leer. Presentes ahora y siempre.
Algunos tienen su edad detallada, tenían tanto 13 como 63; otros no.
Hay embarazadas. Hijos que (tal vez) aún hoy no saben su real historia. ¿Y uno la conoce? Nuestra vida está marcada por hechos que la mayoría de las veces no cuestionamos, en los que no indagamos. El muro (nos) interpela.
30.000 vidas, 30.000 piedras, 30.000 lápidas. ¿Y dónde ubicarse si este muro es también un nosotros?

Y más nombres, y más pasos, y más muro alto.

En el Parque de la Memoria hay silencio. Solo el viento fresco del Río de la Plata susurra en la oreja de quien lo recorre. Las obras de arte están lejanas entre sí y hay cuatro personas a la vista. Podría parecer vacío de no ser por un muro que obliga a doblar el cuello y ver hacia arriba. Dos veces y media yo garantizan que sea imposible no ver. Él trae el pasado al presente.



Crónica realizada en el marco del Taller de Crónica Periodística de Lavaca, dictado por Claudia Acuña.

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