!Yo se muy bien de mi vecino!
Un hombrecillo envuelto en la fatalidad del desequilibrio financiero,
de calculadores ojos,
iracundos y tensionados,
arqueados por la exhuberancia volatil,
que lo envuelven de incertidumbre,
y eyaculacion precoz.
Por las mañanas,
impregnado por el espiritu capitalista,
anclado en la sustancia agitadora de las burbujeantes acciones,
gesticula al espejo implorando piedad a los mercados.
Y sus apestosas vertebras,
languidas,
tienen un aspecto febril.
El pobre padece,
delirante,
aislado en su mundo como un monje,
encerrado en el subsuelo,
su verdugo,
alucinando negocios angelicales y majestuosas ganancias,
irradien su palidez enfermiza.
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