"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andabamos para encontrarnos"
Julio Cortázar

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miércoles, 23 de febrero de 2011

Simpatía por el Rock

“It´s just de shadow way” sonaba con ese ruido pastoso que tienen los casettes. Estilo noventoso: jardineros cuadrillé y la lengua impresa en alguna remera raída por el tiempo, el uso, el rock. Sin embargo, más allá de ese ruido que confundía las distorsiones de la guitarra de Richards con una lluvia incesante, casi como si fuera un recital en vivo y acuático, los fans soportando las inclemencias por sus líderes rockeros, más allá de ese ruido, el tema se gozaba igual.
Pero era el 2021 y lejos estaba esa época de oro rockera. Ella moría por ver a los Rolling Stones, leyendas vivientes, pedazo de historia surcada en cada poro de su piel. Los escuchaba a diario, realizando el ritual de poner ese cassette de su madre que ya era toda una antigüedad. Hacía más de seis décadas que esos chicos malos hacían bailar a la gente, saltar, cantar, enloquecer. Siempre, la última vez que venían era la última vez. Y aunque nadie quisiera creerlo, aunque se supiera la mentira de esos dichos, daba miedo. Daba miedo que algún día el tiempo pase finalmente factura y que los octogenarios líderes por fin cayeran, como cayeron tantos, como debió haberles pasado hace rato. Ella moría por ver a los Stones, tantas veces se había perdido la oportunidad de hacerlo. Hace mucho no se sabía nada de ellos. Ningún tema nuevo, ni discos, ni romances atribuidos, ni baños de oxígeno para regenerar la piel.
Una tarde, sin embrago, encendió la televisión y vio una imagen que casi la hizo llorar: Los Rolling Stones volvían, hacían su última gira, mundial, multitudinaria y especial. La idea era dar un recital de cuatro horas, con varios cortes, pero repasando temas ya olvidados por el paso del tiempo, temas inéditos y los clásicos de siempre. El único inconveniente era que para disfrutar del elixir musical, había que tener una fortuna similar a la de Rockefeller. Y ella no la tenía.
Comenzó a pensar ideas para juntar dinero, mucho y rápido. Apuestas, cuidado de niños y/o ancianos, ser camarera, vender por los subterráneos, convertirse en una estrella de la publicidad. Mientras cavilaba una buena idea, el tiempo iba pasando y sus ocurrencias se extremaban cada vez más, sólo que el dinero no llegaba a ella, las fechas se agotaban y los músicos no se quedarían en el país por siempre. En eso pensaba cuando un día, por mirar la vereda viendo si encontraba algún billete salvador, haciendo eso había juntado un quinto de la entrada, se chocó con un hombre trajeado. Se sintió mal. Su obsesión la había llevado a alejarse de seres queridos, a enfrascarse en su casa y a chocarse con gente. Debió haber sido por su mirada desesperanzada que el hombre le preguntó lo que le sucedía. Casi le dio vergüenza contarlo, pero lo hizo. Quería ver a los famosos y geniales Rolling Stones sólo que no podía porque no tenía el dinero ni sabía como juntarlo. El hombre trajeado estalló en carcajadas. Ella no sabía cómo interpretar esa burla hasta que se explicó: él era gerente general de la empresa que traía a los octogenarios. Ella se sintió parte de una pesada broma televisiva. Pero no, era cierto. El trajeado le dijo que le ofrecía trabajo en la empresa y ese día en el recital. Debía estar en el vip, atender a ciertos famosos de influencia y verlos a ellos, de cerca, en vivo y en directo.
“It´s just de shadow way” sonaba con ese ruido de recital en vivo, sin los arreglos de estudio, pero más real y cercano. Jagger se movía como nadie, ella lo escuchaba y era feliz.

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